En las últimas tres décadas el cine apocalíptico y de catástrofes ha sufrido un continuado revival que ha hecho que este género se convierta en uno de los preferidos del público. La buena salud con la que cuenta este tipo de cine creemos que se debe a múltiples factores: la espectacularidad, el dramatismo y los avances en los efectos digítales han ayudado a producir unas películas de un altísimo nivel técnico y que indudablemente triunfan en taquilla. Si bien este género no es nuevo, ya que surge en los años 50 bajo el paraguas de la Guerra Fría, la profusión de títulos de este tipo en los últimos años ha provocado la universalización de la narrativa del apocalipsis y la crónica del relato de fin del mundo. El éxito de este tipo de cine es síntoma de la obsesión del mundo contemporáneo por la imaginería del apocalipsis, que parece estar presente de una manera cada vez más frecuente dentro de nuestro universo cultural.
Es cierto que esta obsesión por el relato del fin del mundo y sus consecuencias no es algo nuevo, ya que ha estado presente en la tradición judeo-cristiana desde hace más de dos mil años. Desde el Apocalipsis de San Juan hasta las películas de zombis, pasando por el milenarismo, la cultura occidental ha estado empeñada en relatar el cómo y el porqué de su propia destrucción. Pero la causa del éxito y la naturalización de este fenómeno tiene que ver fundamentalmente con una realidad relativamente reciente: la percepción de que vivimos en sociedades seguras pero amenazadas por una catástrofe inminente. Solo el carácter inmediato de esta amenaza y su aceptación como una realidad inevitable pueden explicar este comportamiento. La naturaleza de esta amenaza suele ser compleja e inexacta y responde a diversos conflictos, problemas y desafíos que amenazan el statu quo de nuestras sociedades.
Nuestra intención a la hora de plantear este proyecto es el de reflexionar acerca de este concepto del fin del mundo dentro de los parámetros de la cultura actual, más específicamente dentro del género del cine apocalíptico y de catástrofes. Dado lo amplio del tema, hemos decidido centrarnos en analizar el riquísimo imaginario visual que el cine apocalíptico ha aportado a la cultura contemporánea desde los años 50 hasta la actualidad. Para ello, hemos planteado el análisis del uso del paisaje dentro de las películas de este género y su relación con la obra de algunos pintores del Romanticismo. Esta asociación puede parecer arbitraria, aunque a nuestro parecer la estética de muchas de estas películas está inspirada (voluntaria o involuntariamente) en la obra de pintores como Friedrich, Goya, Delacroix o Géricault.
El ejercicio que proponemos es sencillo: seleccionamos 20 secuencias pertenecientes a 20 películas. Cada una de estas secuencias mostrará o un paisaje de devastación y colapso o el momento previo (a veces sólo pocos segundos) antes de la catástrofe. Estas secuencias se trasladarán al medio pictórico donde nuestra intención es evidenciar el paralelismo entre las imágenes cinematográficas y sus referentes pictóricos. Las imágenes se reproducirán guardando la máxima fidelidad posible con la escena original, pero adaptándola, como es evidente, al medio pictórico.
Hemos planteado este proyecto como una reflexión acerca del potencial simbólico de las imágenes apocalípticas y su importancia dentro del imaginario de la cultura contemporánea. También aspiramos a establecer conexiones entre estas imágenes y los relatos clásicos acerca del fin del mundo, no solo desde un punto de vista visual y estético, sino teniendo en cuenta la importancia de la tradición a la hora de construir estas imágenes en la actualidad. Nuestra intención es evidenciar la deuda que películas clásicas dentro del genero como “El planeta de los simios” (Franklin Schaffner, 1968) o “Independence Day” (Roland Emmerich, 1996) tienen con el pasado. A fin de cuentas, con este proyecto queremos realizar una suerte de análisis histórico del género, mostrando así que cualquier representación actual del fin del mundo tiene sus raíces profundamente asentadas en la tradición.
Kepa Garraza