La pintura contemporánea puede aproximarse, tanto formal como conceptualmente, al medio cinematográfico. Más aún, puede interpretarlo sin complejo alguno y teniendo como herramienta indispensable el conocimiento sobre los diversos géneros que tradicionalmente la han constituido. En el caso que nos interesa, el género del retrato es el más adecuado para ello.
Parto de la certeza -cuestión que atañe también a la serie Dramatization– de que el cine ha sido y aún puede ser un medio de aprendizaje con cierta relevancia al acercarse a la historia y a determinados personajes. La contribución que las películas han aportado a nuestro imaginario histórico es innegable.
Me resulta fascinante que determinados actores han logrado convertirse en paradigmas de representación de personajes históricos. Por ejemplo, los rostros de Elizabeth Taylor o Renée Marie Falconetti están asociados a los personajes que representaron, concretamente a Cleopatra y Juana de Arco respectivamente. No sólo resultan verosímiles porque sus facciones pudieron parecerse mucho al original, sino por toda una serie de matices en su performance que afecta a la personalidad del personaje y los convierte en seres complejos y únicos.
La credibilidad es auténtica. Haciendo referencia a Walter Benjamin con respecto a la pérdida del aura en su paradigmático texto La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica en la que hace un agudo análisis sobre el cine y tomando prestado de Jean Baudrillard el concepto del simulacro, el producto del cine histórico tiene como resultado la supresión del original a favor de la instalación de una nueva realidad histórica, el simulacro.
Nuestros referentes históricos encuentran su rostro, voz y actitud en la industria cinematográfica – de hecho en muchas escuelas se utilizan películas históricas como método de apoyo a la enseñanza y muy pocas veces se utilizan imágenes de archivo. No olvidemos que una cosa que este tipo de cine suele hacer es matizar la Historia a favor de la historia.
Por ello hablo de nuestro imaginario histórico. Estas personas que vivieron hace veinte siglos o 70 años, como Cristo o Ghandi poseen el rostro de Willem Dafoe o Ben Kingsley, por citar otros ejemplos de Biopic. Esta ambigüedad explica la alternancia al titular cada retrato: puede utilizar indistintamente el nombre del personaje histórico representado o bien apunto el nombre del actor o actriz que lo encarna.