Empecé a trabajar en la serie Dramatization hacia finales de 2006 en el momento en que estaba definiendo un proyecto de investigación. Este se proponía, fundamentalmente, describir, analizar y cuestionar los objetivos e intenciones que busca determinada práctica pictórica contemporánea de género histórico, praxis que emplea explícitamente como modelos imágenes producidas tanto por los medios de comunicación de masas como por el cine de autor.
Partía de la creencia que la actividad pictórica en determinado grupo de artistas constituiría la asunción de un posicionamiento singular, una toma de posición que intentaría subvertir -aunque asumiendo sus limitaciones sería una característica también intrínseca a ella- la dejadez crítica provocada por el consumo indiscriminado de imágenes presentes en los media.
Era mi deseo considerar a la pintura de historia hecha en el presente siglo no como un género trasnochado o fuera de contexto sino como una necesidad auténtica del artista visual en un momento histórico más inclinado al uso de otros medios menos tradicionales o tecnológicamente más avanzados y asumibles como más pertinentes. Y había que hacer hincapie en que el mayor volumen de información y de conocimiento sobre los hechos que ocurren en el mundo se obtiene de manera diferida y no tanto por experiencia directa. La mayor parte de nosotros somos, más que testigos, espectadores pasivos de la Historia.
El título Dramatization es un término que tomé prestado de series televisivas americanas -que veía asiduamente hacia la mitad de la década pasada- en las que se recreaba con sumo detalle situaciones límite -un accidente, el robo a un banco, un secuestro- y cuyas secuencias se compaginaban con las declaraciones de los diversos protagonistas del drama.
No obstante, no baso la serie pictórica en hechos de índole doméstica sino en acontecimientos con una carga histórica más amplia. Para representarlos hago uso -a manera de still films– de fragmentos que selecciono de una veintena de películas como La Battaglia di Algeri (1966) de Gillo Pontecorvo, La boca del lobo (1988) de Francisco Lombardi o Land and Freedom (1995) de Ken Loach. Películas que, narrando hechos ocurridos en Argelia durante su lucha anticolonial, el conflicto interno en Perú durante la década de los 80 o el frente de Aragón durante la guerra civil española, respectivamente, hicieron posible que conozca, amplíe y/o recuerde sucesos de significativa importancia acaecidos en el siglo XX. Subrayo así la significancia que para mí poseen determinadas películas en la construcción de nuestro imaginario.
Al recrear asesinatos o magnicidios ocurridos en diversos momentos y lugares en el mundo, es el posicionamiento del director lo que tendría que manifestarse. Por tanto, se establece una doble vía: procuro destacar, por una parte, el intento de aquellos cineastas-autores por recordar y entender la experiencia personal en su relación con la historia -tal como sugiere Buchloch cuando cuestiona las intenciones del pintor de historia en la posmodernidad- y, por otra, perseguir cierta disconformidad intelectual y/o espiritual en el espectador a partir del (re)conocimiento de un hecho trágico.
La serie está compuesta por 71 óleos sobre papel.