El sueño de la razón, en inequívoca alusión a Goya, es una serie cuyo análisis obliga a conciliar su aspecto formal y el de la representación. Porque la irreflexión no parece haberse adueñado necesariamente de estas obras al provocar una serie de recomposiciones, desfases, duplicidades, parcialidades, veladuras inusuales en el trabajo pictórico de Aguirre, sino más bien esta falta de intelecto, esta siesta del entendimiento, la hallamos al “reconocer” a los protagonistas retratados. Trump, Putin, Maduro, los Fujimori (¡y tantos otros que faltan!) simbolizan lo más mezquino y ruin de la praxis política actual y en la que, aparente y trágicamente, existe un apoyo importante del electorado (si hacemos caso a determinadas encuestas). El buen juicio se halla pues en estado de letargo. Y es el caso catalán, que nos afecta directamente, otro ejemplo de ese adormecimiento y de lo absurdo –por emplear un eufemismo- de la situación. Un gran monstruo flameando las banderas española e independentista aparece ante nuestros ojos -como si de la mezcla de algunas láminas del test de Rorschach se tratara- y es porque la razón está dormida.