La serie titulada New York School está compuesta por treintaidos pequeños retratos al óleo sobre planchas de zinc de los artistas vinculados a esta corriente pictórica y que se constituyó en el primer movimiento específicamente norteamericano que triunfó internacionalmente y erigió a la ciudad de Nueva York como capital mundial del arte a partir de la década de los 40 del siglo XX.
Se Incluye tanto a la primera generación de artistas, que consiguió sus más importantes logros entre 1940 y los primeros 50, como a la segunda, que alcanzó su madurez artística en la década de los 50 y primeros 60. Pintores que en su totalidad desarrollaron un corpus dentro de las amplias coordenadas de lo que conocemos como abstracción y en el que caben “sub-géneros” como el expresionismo abstracto, el action painting, el color-field painting, la abstracción lírica y el simbolismo abstracto.
Nueva York -como compendio de la historia de los EE.UU.- se ha caracterizado por ser un melting pot de suma trascendencia, consecuencia de ser una ciudad con una fuerza de atracción incontestable que ha acogido a centenares de miles de inmigrantes provenientes no sólo de los mismos Estados Unidos sino de todos los rincones del mundo. La inmigración es un factor que ha provocado y que provoca interesantes sinergias tanto en la economía de la ciudad como en la política pero también decisivas (r)evoluciones en diversos aspectos culturales como en la literatura, el cine, la música popular, la moda, la gastronomía y, obviamente, las artes visuales. Y la Escuela de Nueva York no vino a ser una excepción: un puñado de sus miembros nacieron en la ciudad o en el estado de Nueva York mientras que la mayoría o provinieron de diversos rincones de la Unión (quince) o de Canadá y Europa (once).
Sin embargo, el conjunto de retratos individuales -cuya reunión se asemejaría a un anuario de fin de curso escolar- habla, por pasiva, de un par de aspectos que no sólo caracterizan a este movimiento sino a casi la totalidad de la Historia del Arte en Occidente, de los que poco se comenta a mí parecer. Y en la que la muy famosa fotografía de Nina Leen, “The Irascibles” y publicada en la revista Life en enero de 1951, es un ejemplo gráfico de primera.El primer aspecto -con la excepción de Joan Mitchell, Lee Krasner, Helen Frankenthaler y Hedda Sterne, que en la foto de Leen es la única mujer que aparece- es que la presencia de hombres es abrumadora y, el segundo, estos individuos son, en su mayoría, blancos. No hay afroamericanos, no hay indio-americanos -ni del norte ni del sur-, no hay asiáticos.
La propuesta viene a ser, tanto un homenaje individual y colectivo a aquellos pintores y pintoras de un grupo (que, las más de las veces no se reconocieron como tal) como una tácita revisión histórica –con cierto matiz crítico- de este amplio conjunto en particular y de la Historia del Arte en general.
Finalmente, una paradoja: estos artistas abstractos, muchos denominados “heroicos” por trabajar en formatos enormes y excesivos con los que lograron sus mayores logros y fama –varios de los cuales desarrollaron murales para el “Federal Art Project”-, son retratados figurativamente –a partir de imágenes periodísticas en blanco y negro tomadas mayoritariamente en sus estudios y/o fumando un cigarrillo y obtenidas en la Red- en dimensiones pequeñas, minúsculas. Nada heroicas.