El proyecto expositivo titulado New York School está compuesto por una serie de treinta y dos pequeños retratos al óleo sobre planchas de zinc y tres obras abstractas de diversa factura: un tejido, un tablero de ajedrez intervenido y una pintura mural.
Los retratos corresponden a los artistas vinculados a aquella corriente pictórica que se constituyó en el primer movimiento específicamente norteamericano que triunfó internacionalmente y erigió a la ciudad de Nueva York como capital mundial del arte a partir de la década de los 40 del siglo XX. Se incluye tanto a la primera generación de artistas, que consiguió sus más importantes logros entre 1940 y los primeros 50, como a la segunda, que alcanzó su madurez artística en la década de los 50 y primeros 60. Pintores que en su totalidad desarrollaron un corpus dentro de las amplias coordenadas de lo que conocemos como abstracción y en la que caben “sub-géneros” como el expresionismo abstracto, elaction painting, el color-field painting, la abstracción lírica y el simbolismo abstracto. Artistas que, muchos de los cuales, vieron colgar sus obras en los más importantes museos de arte de la ciudad, del país y del mundo.
Para desarrollar los retratos el artista se ha apropiado de fotografías de los pintores en blanco y negro que se hayan en Internet. Aguirre ha respetado el formato original de las imágenes y las ha pintado en planchas de zinc de idéntico tamaño por lo que en la totalidad de las piezas –salvo una- se observa franjas horizontales o verticales del soporte metálico virgen. Una peculiar manera de casar figuración y “Hard-edge” pero, sobretodo, una acción que podríamos calificar de “ingenuidad democrática” ya que presenta en idénticas condiciones visuales tanto a los ocho o nueve artistas más destacados y populares del movimiento como a aquellos, la gran mayoría, desconocidos por el gran público.
Sin embargo, la serie –cual moneda de dos caras- procura ir también por una vía alejada de toda representación hagiográfica. La propuesta no pretende ser únicamente un homenaje colectivo a aquellos pintores y pintoras de un grupo que, las más de las veces no se reconocieron como tal, sino ser a su vez una revisión histórica, breve pero con cierto matiz crítico de este amplio conjunto y sus logros formales.
Una primera lectura costumbrista del total de retratos -cuya reunión se asemejaría a un anuario de fin de curso escolar- indica que la mitad de ellos eran fumadores empedernidos (o pretendían aparentarlo). A un segundo nivel, la lectura de género establece una clara mayoría de hombres (estamos aún muy lejos de las cuotas aparentemente más equitativas del presente siglo). Una revisión etnográfica manifiesta que estos individuos son, en su mayoría, blancos. No se ve afroamericanos, no hay indio-americanos -ni del norte ni del sur-, no hay asiáticos (interesante sería el comparar este conjunto imaginariamente con la actual escena artística en la ciudad). La muy famosa fotografía de Nina Leen The Irascibles, publicada en la revista Life en enero de 1951, es un ejemplo gráfico de primera de estas tres primeras conclusiones.
Pero hay un aspecto muy interesante que tanto aquella foto como el conjunto de retratos no revela y que aflora gracias a un análisis biográfico profundo: solo un puñado de los miembros de la New York School nacieron en la ciudad o en el estado de Nueva York mientras que la mayoría o provinieron de diversos rincones de la Unión (catorce en la serie) o de Canadá y Europa (once). Nueva York -como compendio de la historia de los EE.UU.- se ha caracterizado por ser un melting pot de suma trascendencia, consecuencia de ser una ciudad con una fuerza de atracción incontestable que ha acogido a centenares de miles de inmigrantes provenientes no sólo de los mismos Estados Unidos sino de todos los rincones del mundo (basta con mencionar que solo la isla de Ellis, entre 1892 y 1954, fue la aduana de ingreso al país para doce millones de personas). La inmigración es un factor que ha provocado y que provoca interesantes sinergias tanto en la economía de la ciudad como en la política pero también decisivas (r)evoluciones en diversos aspectos culturales como en la literatura, el cine, la música popular, la moda, la gastronomía y, obviamente, las artes visuales. Y la Escuela de Nueva York no vino a ser una excepción.
Como contrapartida a la serie figurativa, y a manera de ejercicios, se presenta tres obras que parten de determinadas enseñanzas de la abstracción, pero no solo a partir de las realizadas por estos pintores sino que también manifiestan la influencia de una de las herencias culturales más importantes y ricas del país de origen del artista, el arte textil. La primera obra parte de la famosa foto de Leen –obtenida en baja calidad- a la que se le ha aplicado el filtro artístico del Photoshop llamado “Palette Knife” para obtener una imagen abstracta. Esta imagen ha sido posteriormente trabajada por una artesana del tejido en la que ha empleado lana de oveja e hizo uso de la técnica de San Pedro de Cajas, un pueblo del departamento de Junín en Perú. El resultado es un tejido rico en la gama de grises y en el pixelado de sus siluetas. Una imagen a caballo entre los siglos XX y XXI a partir de una técnica milenaria.
El segundo ejercicio es un tablero de ajedrez hecho en madera natural e intervenido con acuarelas. A simple vista la pieza pareciera que debe a cierta obra de Ellsworth Kelly (el pope de la abstracción que no formó parte del movimiento que le compete a la exposición). En realidad, esta pieza parte conceptualmente de las investigaciones de Frances Stonor Saunders en su libro de 1999 Who Paid the Piper? The CIA and the Cultural ColdWar. En su obra –y concretamente en el capítulo Yanqui Doodles– la autora señala que la CIA, especialmente en la década de los 50 y a través de diversas tapaderas (en las que se incluye al mismísimo MoMA), promovió –organizando amplias exposiciones colectivas en diversos museos de Europa- al arte abstracto norteamericano con el objetivo de combatir cultural e ideológicamente al totalitarismo de los soviéticos y sus satélites de la denominada Cortina de Hierro. Y formalmente este Exercise n.º 2 -en la que aparecen geométricamente enfrentados los colores tanto de la bandera de los EE.UU. como la de la Unión Soviética- se acerca más a los fantásticos logros abstractos conseguidos por la cultura precolombina Nasca (costa centro de Perú) en determinados paños y plumarios.
El último ejercicio es una contenida intervención mural en una de las paredes de la galería y que hace mención a la participación de varios de los pintores de la New York School en el Federal Art Project de Roosevelt para el que desarrollaron centenares de murales que adornaron edificios públicos. Formalmente, la intervención en Y Gallery debe tanto a los zips de Newman como a ciertas mantas peruanas del siglo XIX. Pero es, sobretodo, un austero (en su propuesta) homenaje a la ciudad de Nueva York.
Una última paradoja: estos artistas de la abstracción, muchos denominados “heroicos” por trabajar en formatos enormes y excesivos con los que lograron sus mayores logros y fama, son retratados figurativamente (mayoritariamente en sus estudios) en pinturas que merecen un cuidado especial dado el soporte y en dimensiones pequeñas, casi minúsculas. Nada heroicas.